Anestesia general intravenosa
Después de los éxitos conseguidos con la introducción de la anestesia general inhalatoria, se comenzaron a ensayar fármacos en administración intravenosa que pudieran complementar y mejorar los resultados que se estaban obteniendo con los gases anestésicos. En 1628 William Harvey, en su publicación "Exercitatio anatomica de motu cordis et sanguinis in animalibus", había demostrado que la sangre venosa era conducida hacia las arterias y de ahí a los órganos del cuerpo por el corazón. Esto fue reconocido inmediatamente como demostrativo de que la droga administrada en las venas podía rápidamente alcanzar el cuerpo completo. Las primeras inyecciones de sustancias por esta vía se realizaron en el siglo XVII, con fines experimentales y no terapéuticos. De hecho, en 1657 Christopher Wren inyectó en 1656 vino y cerveza en las venas de un perro, usando una pluma y una vejiga, llevándolo hasta la inconsciencia. Estos ensayos fueron continuados por Robert Boyle y Robert Hooke, que inyectaron opio y azafrán también en perros.
La introducción de la
inyección endovenosa en el hombre y su posterior aplicación a la terapéutica se
debe fundamentalmente a médicos alemanes como Johann D. Major, quien llamó la
atención sobre el método en su Chirurgia
Infusoria de 1664; y Johann S. Elsholtz, que en su Clysmatica Nova de 1667 (aunque aparecida dos años antes en alemán)
dio a conocer sus experimentos en cadáveres y en seres vivos. Con estos
trabajos la nueva técnica demostró su eficacia y se difundió rápidamente.