Los agentes anestésicos comienzan a utilizarse con éxito a partir de la mitad del siglo XIX. Por fin se había conseguido lo que durante mucho tiempo se había buscado: practicar intervenciones quirúrgicas en ausencia total de dolor y, con ello, evitar el terrible sufrimiento que experimentaban los pacientes durante la cirugía. En España se introdujeron rápidamente las técnicas anestésicas venidas fundamentalmente desde Estados Unidos y el Reino Unido. De entre las primeras ciudades que iniciaron su uso clínico destacan Madrid, Barcelona y Santiago de Compostela.
Aunque resulte sorprendente
que una pequeña ciudad, como Santiago de Compostela, tuviera un protagonismo
tan marcado en el inicio de la anestesia general inhalatoria en España, será
más fácil comprenderlo en el escenario que por entonces pasaba la Facultad de
Medicina de la histórica Universidad de Santiago de Compostela. Por aquellos
años surgió una pléyade de ilustres figuras en torno a la Facultad de Medicina,
que dieron en formar la llamada Escuela
Médica Compostelana, encabezada por el decano José Varela de Montes.
Personajes decisivos para la introducción de la anestesia fueron los cirujanos
José González Olivares y Vicente Guarnerio, aunque posiblemente no sería
posible esta investigación sin el concurso del químico Antonio Casares.
Éter sulfúrico
La demostración exitosa del
éter sulfúrico como anestésico por William T. G. Morton el 16 de octubre de
1846 en el Hospital General de Massachusetts de Boston se difundió muy
rápidamente por Europa, entrando primeramente la noticia por Londres y
difundiéndose después por Francia, Bélgica, España y Alemania, los primeros
países del continente en experimentar la novedad. Diego de Argumosa,
catedrático de Cirugía en la Facultad de Medicina de Madrid, realizó el primer
ensayo clínico en España con anestesia etérea el 13 de enero de 1847 a un
paciente para drenaje de un absceso parotídeo. Entre el 13 y 26 de enero de
1847, Argumosa realizó cinco ensayos con el éter sulfúrico, valiéndose para su
administración del inhalador diseñado por William Harapath, pero con unos
resultados que no le satisficieron plenamente. Los siguientes en usar la
anestesia etérea en España fueron el dentista Oliverio Mechechan en Madrid, el
profesor de cirugía Antonio Mendoza en Barcelona, el cirujano Antonio Sáez y el
profesor de cirugía José Martín, ambos en Madrid.
El sexto cirujano que usó el
éter en España fue José González Olivares, catedrático de las Enfermedades de la
Mujer y de los Niños en la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela,
posiblemente sobre el 22 de febrero de 1847 para la extirpación de un pólipo
nasal. Antonio Casares, catedrático de Química y a la sazón rector interino de
la universidad compostelana, fue el encargado de sintetizar el éter
sometiéndose a un autoexperimento con él mismo, en ese mismo mes de febrero, antes
de que Olivares lo ensayara con un paciente.
Olivares recibió las
primeras noticias del uso del éter procedentes de Francia; como él mismo dice “ambicionaba un medio con el que pudiera
acallar los tristes ayes de los enfermos, y tan luego como se me comunicó desde
Paris que se hacían ensayos para tornar insensibles a los operados, procuré
informarme del modo de aplicarlo”. Entre el mes de febrero y mayo, inclusive,
de 1847 Olivares realizó 14 eterizaciones publicando sus resultados en el mes
de julio sin que lograran satisfacerle enteramente, a pesar de que muchos de sus
ensayos fueron exitosos, y sólo lo recomendaba para determinados casos como en
intervenciones de poca importancia o corta duración. Más a favor se muestra en
recomendarlo en intervenciones que sea preciso una buena relajación muscular,
que el éter logra proporcionar, como para la reducción de hernias
estranguladas, corrección de fracturas o luxaciones.
Vicente Guarnerio, catedrático de Clínica Quirúrgica en la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela, es también uno de los pioneros en el uso de la eterización en España. Después de las experiencias iniciales realizadas por su colega Olivares, en octubre de 1847, realiza en el Hospital Real de Santiago la amputación de la lengua de un paciente sometido a una eterización profunda, que tardó mucho tiempo en despertar después de ser operado.
Cloroformo
El cloroformo fue
descubierto en 1831. Fue usado pronto en Medicina reconociéndose tempranamente
sus posibles aplicaciones como anestésico en intervenciones quirúrgicas. En
octubre de 1847 el químico David Waldie sugirió al ginecólogo James Y. Simpson,
profesor de Obstetricia en Edimburgo (Reino Unido), la posibilidad de usar el
cloroformo como anestésico. Después de comprobar sus efectos, incluyendo a los
experimentados en sí mismo, Simpson junto a su ayudante James M. Duncan
iniciaron el uso del cloroformo con varias intervenciones obstétricas y de
cirugía menor, presentando el día 10 de noviembre de 1847 un informe de estas
experiencias a la Sociedad Médico-Quirúrgica de Edimburgo. A partir de
entonces, el uso de cloroformo se extiende con rapidez por todo el mundo.
William Fergusson confirma, ya el día 20 de ese mismo mes, los buenos
resultados obtenidos en el hospital St. Bartholomew de Londres.
A finales de noviembre de 1847, las noticias de las primeras experiencias con la anestesia clorofórmica por Simpson y Fergusson llegan a España por la prensa médica y de información general inglesa y francesa. El diario El Barcelonés de Barcelona y El Español de Madrid dan las primeras informaciones los días 27 de noviembre y 3 de diciembre respectivamente de ese año. Las primeras revistas médicas que dan cuenta de tal acontecimiento son El Telégrafo Médico de Barcelona y la Revista de Ciencias Médicas de Cádiz el mismo mes de noviembre.
Según nos relata
detalladamente Guarnerio, Casares después de ensayar distintos métodos para
obtener una suficiente cantidad de cloroformo, el día 19 de diciembre de 1847 reunió
en su laboratorio de la universidad a los profesores Vicente Guarnerio, José González
Olivares y Andrés de Laorden, así como al geógrafo Domingo Fontán. En su
presencia anestesió a un perro de raza dogo, con media dracma de cloroformo
purificado que se aplicó mediante un pañuelo empapado con la sustancia. Después
de conseguir unos buenos resultados con el animal, Casares ensayó en sí mismo
la inhalación de vapores del cloroformo, a través de un pañuelo en el que había
vertido algo menos de media dracma y que al medio minuto de haberlo aplicado a
la nariz se produjo “decaimiento del
semblante y oclusión de los párpados, relajación completa de todos los
músculos, respiración lenta y profunda, insensibilidad a las picaduras de la
piel del antebrazo y cara interna de los muslos, pulso y color normal,
respondió a la primera pregunta, pero luego no pudo verificarlo, tenía
conocimiento de lo que pasaba a su alrededor, sentía un poco de constricción en
los maseteros, percibió un olor etéreo y sabor a camuesa y sintió hormigueo en
la punta de los dedos de los pies y manos. A los 6 minutos disminuyó la
insensibilidad y persistió un entorpecimiento general hasta los 20 minutos,
restableciéndose por grados la sensibilidad y la fuerza muscular”.
Después de esta fase inicial
de experimentación, al día siguiente, el 20 de diciembre, Guarnerio realiza la
primera intervención con anestesia clorofórmica en su clínica quirúrgica del
Hospital Real de Santiago, que el mismo relata, según un escrito que realiza
ese mismo día y publicado en la Gaceta Médica editada el día 30 de diciembre,
de la siguiente manera: “Esta mañana
sometí a la acción del cloroformo a un paisano de unos 58 años de edad
(parece ser que su edad exacta eran 62 años), robusto y bien constituido, pero de escasa inteligencia, el cual tenía
un cáncer de prepucio y glande, y que ocupaba la cama núm. 1 de mi sala de
clínica quirúrgica. El anfiteatro de operaciones estaba cuajado de discípulos,
y los señores profesores Laorden, Pintado, La Riva, Baeza, Teijeiro y otros, me
favorecían con su asistencia. Colocado el enfermo en la cama del dolor boca
arriba, y con los pies colgando, dispuesto todo para operarle por el
procedimiento de Barthelemy que he modificado, se le aplicó debajo de la nariz
una compresa cuadrada rociada con media dracma de cloroformo. A los dos minutos
se insensibilizó completamente pero mandé continuara un minuto más para que la
acción fuera más profunda. Advertimos entonces: 1. Palidez y decaimiento del
semblante; 2. Oclusión de los párpados, retracción del ojo hacia arriba,
insensibilidad del iris; 3. Resolución completa de todo el sistema muscular; 4.
Insensibilidad a la picadura con la punta del bisturí; 5. Respiración baja y
profunda, ligero ronquido; 6. Pulso y calor normal. De un solo golpe se hizo la
amputación sin que el enfermo sintiese ni tuviese conciencia de lo que se le
había hecho. Se ligaron las dos arterias dorsales, las dos cavernosas y otros
dos ramos pequeños, sin manifestar dolor alguno. Observé que se retrajeron
éstas mucho menos que de ordinario y fue muy fácil su ligadura. No observé,
como dice Amussat al Instituto de Francia, que la sangre arterial se asemejase,
por el color parduzco que toma, a la sangre venosa. Esto lo hice notar a
cuantos presenciaban la operación. A los 6 u 8 minutos abrió los párpados, e
inmóvil permaneció hasta los 11 minutos, que preguntó cuando se le operaba. No
conoció se le hubiese amputado el pene, sino 20 minutos después de la operación
y cuando ya estaba en cama. Entonces me manifestó no dolerle nada; que no había
tenido picazón en la garganta, ni náuseas, ni hormigueo. Tampoco recuerda haber
sentido que se le hiciese daño alguno. Su aliento exhalaba el olor especial del
cloroformo”.
El paciente a que hace referencia Guarnerio se llamaba Domingo Barreiro, de 62 años de edad, de profesión agricultor, casado, natural y vecino de la parroquia de San Sebastián de Covelo (Pontevedra), que fue ingresado el día 15 de diciembre de 1847 y dado de alta posiblemente el día 24 de enero de 1848. El profesor Juan García Baeza, colaborador y discípulo de Guarnerio, nos ofrece más detalles acerca de esta operación que publica en la Revista Médica de Santiago editada el 1 de junio de 1848, diciendo “se presentó con un cáncer de glande y prepucio que se extendía hasta la parte media del pene, a la estrechez de la abertura del prepucio con que nació y a la dificultad que le ofreció siempre para la emisión de la orina por acumularse ésta entre el prepucio y el glande, atribuía con razón la constante irritación que allí tenía y le hacía dolorosa esta función. Consecuencia de este estado fueron las tres aberturas fistulosas que se le presentaron en el prepucio y por las cuales salía la orina. El estado duro y carcinomatoso del glande y prepucio no dejaban más recurso que la amputación parcial. Ésta la practicó el Dr. Guarnerio el día 19 de diciembre de 1847 (se sabe que realmente fue el día 20) siguiendo el procedimiento del Dr. Barthelemy el que ha modificado quitando el inconveniente de permitir que se escape la porción de sonda cortada a la vejiga, haciendo para esto que el ayudante que retiene la raíz del pene sujete fuertemente entre su dedo índice y pulgar la sonda. Por primera vez vimos en el Hospital Clínico de esta escuela (y acaso lo sería también en España) y conmigo muchos profesores y numerosos alumnos, los efectos rápidos y sorprendentes de la acción anestésica del cloroformo, insensibilizado en un minuto, fue instantánea la amputación sin que sintiese nada el enfermo, despertando de allí a poco y ya curado, preguntando cuando se le hace la operación. A los tres días se le dejó sin sonda, se le recomendó volverse boca abajo cuando orinase y a los cuarenta días de su entrada salió completamente curado, sin que la orina cayese sobre el escroto ni la piel sobrase”.
Con posterioridad, entre el 20 y 24 de diciembre de 1847, el profesor Olivares también ensayó el cloroformo en el mismo Hospital Real, según se desprende de un escrito suyo del 25 de diciembre de 1847 que publicó el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia editado el 2 de enero de 1848, aplicando el procedimiento anestésico primeramente a la paciente Georgina Camaño, una mujer de 35 años “con escirro de la glándula mamaria derecha (...) disecando el tumor (...) y todos los ganglios axilares (...) sin el menor síntomas de sensibilidad”. El mismo cirujano refiere realizar una segunda intervención con cloroformo el día 24 de diciembre al paciente Jesús Salvador, que según dice: “amputé por la mitad el miembro viril a un soldado de Aragón que ocupaba la cama núm. 21 de San Calixto: Le apliqué a la boca y narices una esponja empapada en cloroformo; se tendió sobre ésta y la cara una compresa y al minuto dormía profundamente; amputé, ligué cuatro vasos y coloqué el apósito sin que el enfermo diese la menor señal de sensibilidad; 36 horas han transcurrido ya después de la operación y no se ha presentado otro fenómeno que la consiguiente a la herida”. Los resultados son tan satisfactorios que hacen afirmar a Olivares que “por este medio se llega indudablemente a alcanzar lo que después de siglos se buscó con empeño”. Esta impresión tan favorable de Olivares con el cloroformo contrasta notablemente con la más desfavorable que tuvo previamente con el uso del éter sulfúrico.
Con posterioridad, entre el 20 y 24 de diciembre de 1847, el profesor Olivares también ensayó el cloroformo en el mismo Hospital Real, según se desprende de un escrito suyo del 25 de diciembre de 1847 que publicó el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia editado el 2 de enero de 1848, aplicando el procedimiento anestésico primeramente a la paciente Georgina Camaño, una mujer de 35 años “con escirro de la glándula mamaria derecha (...) disecando el tumor (...) y todos los ganglios axilares (...) sin el menor síntomas de sensibilidad”. El mismo cirujano refiere realizar una segunda intervención con cloroformo el día 24 de diciembre al paciente Jesús Salvador, que según dice: “amputé por la mitad el miembro viril a un soldado de Aragón que ocupaba la cama núm. 21 de San Calixto: Le apliqué a la boca y narices una esponja empapada en cloroformo; se tendió sobre ésta y la cara una compresa y al minuto dormía profundamente; amputé, ligué cuatro vasos y coloqué el apósito sin que el enfermo diese la menor señal de sensibilidad; 36 horas han transcurrido ya después de la operación y no se ha presentado otro fenómeno que la consiguiente a la herida”. Los resultados son tan satisfactorios que hacen afirmar a Olivares que “por este medio se llega indudablemente a alcanzar lo que después de siglos se buscó con empeño”. Esta impresión tan favorable de Olivares con el cloroformo contrasta notablemente con la más desfavorable que tuvo previamente con el uso del éter sulfúrico.
La lectura detenida de todos
los documentos existentes sobre el hecho que se relata, puede dar lugar a
distintas interpretaciones acerca de cuál fue el primer cirujano que usó la
anestesia clorofórmica y cuál fue la primera intervención. Asimismo puede
existir una cierta confusión respecto a la fecha exacta en que se realizó esta
primera intervención. Por último, a la luz de nuevos descubrimientos, se puede
poner en entredicho que fuese en Santiago de Compostela donde se realizara la
primera experiencia con el cloroformo.
Son muchas las evidencias
que mantienen que fue Vicente Guarnerio en realizar la primera intervención con
cloroformo, como ya hemos comentado, pues según argumenta su colaborador Juan
García Baeza “la practicó el Dr.
Guarnerio el día 19”. Por otra parte, el profesor y decano José Varela de
Montes dice que “en el día 21 el Dr.
Guarnerio sujetó a un enfermo, que debía sufrir una amputación del pene, a las
inspiraciones del cloroformo”. No obstante, de la múltiple información de
que dispone sobre los hechos secuenciales que se produjeron en Santiago, aquel
mes de diciembre de 1847, certifican con mayor seguridad que realmente fue el
día 20. Tanto los escritos de Casares como Guarnerio, que fueron los que
recibieron las primeras informaciones del exterior y los que llevaron la
iniciativa en los estudios, mantienen constantemente que los ensayos fueron el
día 19 de diciembre y la primera intervención con anestesia clorofórmica el día
20. Guarnerio, en carta remitida a la Gaceta Médica fechada el día 20 de
diciembre de 1847, dice “esta mañana
sometí a la acción del cloroformo a un paisano (...) que se hizo la amputación
del pene”. La rapidez con que quiere manifestar el hecho ocurrido, el mismo
día en que se produce, no tiene más significado que la constatación de que se
reconozca que fue ese día, y realizada por él, la primera vez, evitando así que
alguien puede adelantarse reclamando la propiedad de la autoría.
Respecto a que fue
Guarnerio, y no Olivares, el cirujano que realizó la primera intervención con
anestesia clorofórmica, parece no haber la menor duda. Ya hemos referido como
Juan García Baeza y José Varela de Montes dan esta prioridad a Guarnerio. Éste
mismo es el que publica el acontecimiento con mayor premura en prensa médica,
como hemos señalado, el mismo día del acontecimiento: el 20 de diciembre de
1847. Olivares, sin embargo, remite una carta más tardíamente, el día 25 del
mismo mes, al Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia donde, si bien constata
que el día 24 había empleado el cloroformo con un paciente al que practica
amputación de pene, no es preciso a la hora de determinar la fecha de la
intervención donde lo empleó por primera vez a una paciente con cáncer de mama
a la que practica su exéresis con vaciamiento ganglionar axilar, quizás esta
vaguedad sea pretendida para así poder facilitar la autoría de la prioridad a
su favor. Él mismo refiere “cuando llegó
a nuestra noticia el modo como el Dr. Soubeiran prepara el cloroformo, se
hallaba el Dr. Casares, rector interino de esta Universidad, preparando el
mismo procedimiento. Este distinguido profesor se sujetó él mismo a sus efectos
y pudo conocer bien su modo de obrar. Al día siguiente, en la clínica de las
Enfermedades de las Mujeres, hice inspirar este líquido a una mujer (...) con
escirro de la glándula mamaria derecha”. Si, como ya se ha expuesto, los
ensayos de Casares son el día 19, entonces esta intervención de González
Olivares tendría que ser el día 20, justo el mismo día en que Guarnerio realiza
la suya. Es difícil suponer que esto realmente haya sido así. El decano de la
Facultad de Medicina, profesor Varela de Montes, no duda en atribuir la
prioridad para Vicente Guarnerio anunciando orgullosamente el logro y diciendo
que “los pormenores de esta operación
serán presentados por el Dr. Guarnerio, y fue presenciada por el catedrático
Laorden, el doctor La Riva, el profesor Pintado, agregado, el profesor clínico
y los alumnos”. La expectación que levantó la intervención que realiza
Guarnerio, con multitud de profesores y alumnos en la sala quirúrgica, es
propia de los grandes acontecimientos. El mismo Olivares no intenta en ningún
momento, en sus múltiples escritos, manifestar que fue él el primero en
utilizar el cloroformo. También resulta significativo el hecho de que la
iniciativa de los estudios fuera a cargo de Guarnerio y Casares, y por todo
ello no sería lógico que fuese Olivares el encargado de realizar la primera
experiencia en la clínica con pacientes.
Por otra parte, si bien durante muchos años se consideró que fue en Santiago de Compostela donde se hicieron los primeros experimentos y ensayos con el cloroformo en España, sin embargo ha podido conocerse que Antonio Mendoza, catedrático de la Facultad de Medicina de Barcelona, también utilizó el cloroformo el mismo día 20 de diciembre de 1847, según él mismo refiere en una publicación en La Abeja Médica, para realizar una amputación de muslo a la paciente Joaquina Estivill que padecía un sarcoma de rodilla. No obstante, la mayoría de las informaciones que surgieron no dudan en reconocer que fue en Santiago donde se realizaron las primeras experiencias, siguiendo un método científico que fue debidamente documentado y difundido. El mismo García Baeza sostiene que fue su maestro Vicente Guarnerio el primero en usar el cloroformo en España según dice “por primera vez vimos en el Hospital Clínico de esta escuela (y acaso lo sería también en España) y conmigo muchos profesores y numerosos alumnos, los efectos rápidos y sorprendentes de la acción anestésica del cloroformo”. En la hoja de servicios del profesor Guarnerio, localizada en la Universidad de Granada, consta que “en 1847 (...) fue el primero en España que ensayó y practicó un hecho que tuvo lugar en la Facultad de Medicina de Santiago, con la asistencia de muchos médicos, de lo que se ocupó la prensa”. En el periódico científico madrileño La Verdad, editado por el catedrático de la Universidad de Madrid Pedro Mata y Fontanet, el día 8 de enero de 1848, bajo el título Cloroformo, se escribe lo siguiente: “Son cada día más satisfactorios las noticias de los segurísimos efectos anestésicos producidos por esta sustancia. Los ensayos practicados en España confirman en sus resultados los de otros países de que tienen ya conocimiento nuestros lectores. A la Facultad de Santiago, que a pesar del corto tiempo de creación, tiene sobrados títulos adquiridos para su celebridad, cabe también la gloria de haber sido la primera en ensayar en nuestra patria el uso del cloroformo”. Asimismo, el periódico madrileño El Espectador de información general publica una amplia nota Efectos del cloroformo, el día 3 de febrero de 1848, donde se escribe: “Cabe la gloria a la Facultad de Medicina de Santiago de haber sido la primera en la península en apreciar los maravillosos efectos del cloroformo”.
Por otra parte, si bien durante muchos años se consideró que fue en Santiago de Compostela donde se hicieron los primeros experimentos y ensayos con el cloroformo en España, sin embargo ha podido conocerse que Antonio Mendoza, catedrático de la Facultad de Medicina de Barcelona, también utilizó el cloroformo el mismo día 20 de diciembre de 1847, según él mismo refiere en una publicación en La Abeja Médica, para realizar una amputación de muslo a la paciente Joaquina Estivill que padecía un sarcoma de rodilla. No obstante, la mayoría de las informaciones que surgieron no dudan en reconocer que fue en Santiago donde se realizaron las primeras experiencias, siguiendo un método científico que fue debidamente documentado y difundido. El mismo García Baeza sostiene que fue su maestro Vicente Guarnerio el primero en usar el cloroformo en España según dice “por primera vez vimos en el Hospital Clínico de esta escuela (y acaso lo sería también en España) y conmigo muchos profesores y numerosos alumnos, los efectos rápidos y sorprendentes de la acción anestésica del cloroformo”. En la hoja de servicios del profesor Guarnerio, localizada en la Universidad de Granada, consta que “en 1847 (...) fue el primero en España que ensayó y practicó un hecho que tuvo lugar en la Facultad de Medicina de Santiago, con la asistencia de muchos médicos, de lo que se ocupó la prensa”. En el periódico científico madrileño La Verdad, editado por el catedrático de la Universidad de Madrid Pedro Mata y Fontanet, el día 8 de enero de 1848, bajo el título Cloroformo, se escribe lo siguiente: “Son cada día más satisfactorios las noticias de los segurísimos efectos anestésicos producidos por esta sustancia. Los ensayos practicados en España confirman en sus resultados los de otros países de que tienen ya conocimiento nuestros lectores. A la Facultad de Santiago, que a pesar del corto tiempo de creación, tiene sobrados títulos adquiridos para su celebridad, cabe también la gloria de haber sido la primera en ensayar en nuestra patria el uso del cloroformo”. Asimismo, el periódico madrileño El Espectador de información general publica una amplia nota Efectos del cloroformo, el día 3 de febrero de 1848, donde se escribe: “Cabe la gloria a la Facultad de Medicina de Santiago de haber sido la primera en la península en apreciar los maravillosos efectos del cloroformo”.
En Madrid, sería Bonifacio
Blanco quien utilizaría por primera vez el cloroformo, el día 31 de diciembre
de 1847 en el Hospital General, para la dilatación de una fístula de ano a un
joven de 19 años. A partir de estos ensayos iniciales, con resultados
satisfactorios, el cloroformo consigue desplazar totalmente al éter sulfúrico,
que había sido introducido sólo unos meses antes, siendo utilizado,
prácticamente como único agente anestésico, durante una buena parte de la
segunda mitad del siglo XIX.
Cómo citar este artículo:
Lancina Martín JA. Inicios de la anestesia general inhalatoria en Santiago de Compostela [Internet]. Doctor Alberto Lancina Martín. Urología e Historia de la Medicina. 2014 [citado el]. Disponible en: https://drlancina.blogspot.com/2014/08/inicios-de-la-anestesia-general.html
Lancina Martín JA. Inicios de la anestesia general inhalatoria en Santiago de Compostela [Internet]. Doctor Alberto Lancina Martín. Urología e Historia de la Medicina. 2014 [citado el]. Disponible en: https://drlancina.blogspot.com/2014/08/inicios-de-la-anestesia-general.html
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