Durante el siglo XVIII se va
a producir un profundo debate sobre la renovación que es preciso acometer en
todos los ámbitos de la medicina, enseñanza y ejercicio profesional. Las
universidades no estaban en condiciones de asumir las exigencias del nuevo pensamiento
ilustrado. Como reacción a ello, los médicos partidarios de esta renovación se
van a reunir para debatir en tertulias abiertas que pronto derivarán en
sociedades o academias. Aunque ya con anterioridad se habían creado en Italia
las primeras, como la Academia de los Secretos de la Naturaleza de Nápoles en
1580, la Academia de Los Linces de Roma en 1603 y la Academia de Florencia en
1657, a las que siguieron la Royal Society de Londres en 1662 y la Academia de
las Ciencias de Paris en 1666; no será hasta el siglo XVIII en donde se
produzca la eclosión del nacimiento de nuevas academias por toda Europa. Uno de
sus mayores cometidos será promover la investigación y la divulgación del
conocimiento entre la comunidad científica.
En España, a comienzos del
siglo eran conocidas las tertulias realizadas en casa del Marqués de Mondéjar,
del conde de Salvatierra, del duque de Montellano o del conde de Montehermoso.
Sevilla y Madrid van a ser puntos de referencia de este fenómeno, de donde van
a surgir las primeras academias. Estas instituciones tenían inicialmente un
carácter exclusivamente privado, y estaban compuestas por individuos
independientes de la universidad que, fuera del ámbito de lo oficial y
burocrático, estaban en sincronía con la realidad social y científica del resto
de Europa. Más adelante solicitaron el reconocimiento Real y alcanzaron así su
legalización, convirtiéndose en lugares de discusión y enseñanza auténticamente
ilustrados, que difundían una ciencia sin las rigideces de la enseñanza oficial.
Serán muy bien recibidas por los defensores del nuevo pensamiento, y así el
mismo Padre Feijoo se felicita por su creación y las actividades que
desarrollan, en la creencia de que aportarán mejoras y avances notables en la
medicina.